Ni el mero, ni la dorada, ni el salmonete, los tres peces que he pescado hoy, han sucumbido ante mi enorme apetito, después de una larga jornada de pesca. He preferido sacar las sardinas del frigorífico y comerlas. El mero de dos kilos, la dorada de kilo y pico y el salmonete de 300 gramos, que he pescado hoy, han ido todos a descansar en el fondo del macro congelador de casa. Se los regalaré a mi amiga. Y ella se los regalará a sus amigas. Sus amigas la llevarán y traerán en su coche. Y así, el mundo que es un pañuelo, queda cerrado por un círculo de regalos de la mar.
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